[...] nos envolvemos en una segunda piel, fina, transparente, fría, como si fuera de cristal, casi imperceptible. Un cristal que si bien nos permite ver, oír, tocar, no nos dejará ver más allá de lo que tenemos justo delante, oír el lenguaje oculto de las palabras, o notar el calor de una caricia. Es decir, podremos vivir, sí, pero no viviremos con la pasión suficiente para querer seguir viviendo. [...]
Escribí Crisálidas hace tres años. El concepto permanece, aunque la percepción ha cambiado. Ahora no soy yo quién es de cristal, sino todo aquello que me rodea (a mí: a lo que soy y a lo que siento). Y en su fragilidad no me deja capacidad para ver lo no efímero.
3 comentarios:
Conozco a demasiada gente así, pero, en efecto, sin "la pasión suficiente para querer seguir viviendo"... Por eso huyo de crisálidas; el único cristal que me separa de usted, J. HImilce, es el de la pantalla de mi ordenador :) Besos
Lo siento, he leído un par de veces la entrada pero sigo sin comprender qué quieres decir. No te reconozco ahí.
Madame:
:) Una delgada pantalla de cristal q nos hace estar cerca aunq no lo estemos... es hermoso pensar en esa relatividad. Un besi.
Soy:
Bueno, sin duda es una entrada extraña... en ese momento no era mi yo habitual... era más bien un yo-elefante en una cacharrería. Aunq sí sigo pensando q la vida son la suma de pequeños momentos... y por lo tanto efímera en algún modo.
Un beso.
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