martes, 14 de octubre de 2014

Lunes 13

Esta tarde estaba viendo una peli y sentí cierta envidia de los protagonistas por la facilidad con la que eran capaces de cambiar de trabajo, de ciudad, de no tener miedo a empezar de cero. Me pregunté a mí mismo si yo sería capaz de hacer algo así, porque en algunos momentos he creído que prodría ser bueno alejarme de aquí, en una especie de huida hacia delante.

Sin embargo tumbado en mi sofá, ahora, viendo otra película esta noche, me di cuenta de que me gusta mucho mi casa, con lo que quiero decir, generalizando, mi vida. Y por eso dudé si realmente era envidiable esa capacidad de desapego hacia lo que tienes. Tu familia, tus amigos, tu ciudad, todo aquello que nos rodea y que realmente nos hace ser cómo somos; lo que somos, definitivamente.

También hoy me invitaron a unirme a una página web de citas por internet. Una amigo que tiene otro amigo al que la ha ido muy bien ahí, según asegura el mío.
Sé que lo hace por mi bien, intentando ayudarme. Porque siempre estoy diciendo lo solo que me encuentro. Sin embargo, y aunque me queje mucho (me quejo mucho, mucho), la verdad es que soy bastante independiente y a estas alturas creo que me resultarían complicados los cambios que podría suponer una relación así, buscada por ambas partes; con una puesta a cero, en la que no importe tanto de dónde venimos como el llegar a la vez a algún sitio.

No. Prefiero esperar al imprevisto, a la casualidad. Puede que no se produzca. Lo más seguro es que no. Pero pienso que será mejor cruzarme con ella (contigo quizá, si me lees) por el camino, vengamos de dónde vengamos, sin que importe lo que cada uno llevemos andado, sin buscar llegar juntos a ningún lado, que citarnos en el km cero del desapego de lo que tenemos, de lo que nos rodea, de los que somos, de lo que sentimos. No sé si me explico.