domingo, 31 de mayo de 2009

Guardias y Triángulos

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En las noches de guardia se puede hacer casi cualquier cosa. Se puede, por ejemplo, ver un par de películas –Beautiful Girls y Slumdog Millonaire-, acabarse un libro de Auster –El Libro de las Ilusiones-, o escribir en el blog –esto.
Sin embargo, y teniendo en cuenta q las noches de guardia son eso, noches, y q por lo general se pasan solo y sin dormir, lo q más se hace es pensar. Y cuando uno lee libros de Auster, o ve películas como esas, y está cansado y sin poder dormir, se piensan cosas como ésta q estoy escribiendo.
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Oh, qué raro es esto… me pregunto cómo he podido llegar hasta aquí… me refiero a cómo he podido llegar a esto. No soy lo q esperaba llegar a ser… ni siquiera estoy cerca de parecerme al tipo que pensé que terminaría por llegar a ser… y eso es jodido, ¿entiendes? No dejo de pensar en el tipo q esperaba a llegar ser…



Diálogo de Beautiful Girls






Dentro de mi infancia hay unos años q no recuerdo. Es un gran vacío. Existe el antes, cuando pasaba los veranos en el campo cazando libélulas, cuando jugaba con mi padre al boxeo con toallas liadas en las manos como guantes, cuando usaba la ropa de camilla a modo de capote… Y existe el después, ya en los cursos de bachillerato, donde realmente creo q empecé a tener conciencia de otros yo.

Entre esos periodos nada. La separación de mis padres inicia esa etapa, en la q yo empecé a formar parte de un triángulo.
Existen muchos tipos de triángulos: geométricos, musicales, de chocolate, amorosos y/o sexuales, el de las Bermudas… Yo tenía el mío propio, y con 7 u 8 años tuve q mediar entre dos vértices.

Y no era -ahora me doy cuenta más q entonces, y más por las consecuencias q deduzco q vienen de aquello, q por lo q yo recuerdo realmente-, algo fácil.

Por eso empecé a imaginar cómo sería mi vida de mayor. Decidí huir, estar solo siempre, irme lejos -la ciudad elegida era Barcelona, ya q la había visitado de chico y me impresionó- y no volver. Si no dependía de nadie, ni nadie dependía de mí, no se podría sufrir ni hacer sufrir. Y mientras llegaba la hora de eso, me encerré en mi mismo.

Y así he seguido siempre, imaginando cómo sería mi vida si… mediando siempre entre vértices, viviendo en medio de otras vidas, y alejándome cada vez más de aquello q, fuera lo q fuera, pensé iba a ser.

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sábado, 23 de mayo de 2009

Sólo para subir

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Camino por una calle que me resulta vagamente familiar; la reconozco, pero todo está cambiado, excepto el aire. El aire que siempre sopla en esa calle, que me hace estar seguro de dónde estoy y me despeina al mismo tiempo, como siempre.

Un edificio enorme se levanta ante mí. Ahora se que es a ese edificio al cual me dirijo. En la entrada, grupos, parejas o personas solitarias hablan del tiempo, de fútbol, de política, fuman un cigarro o hablan por el móvil.

En los cristales de la puerta intento ponerme los pelos en su sitio, y al entrar confirmo inconscientemente en el panel de información a dónde voy: novena puerta, novena planta.

Los ascensores de los edificios altos me dan miedo. Van muy deprisa y el cosquilleo que producen me resulta desagradable. Además siempre van llenos de gente y tengo que fingir cada vez que al parar en un piso me entran esas cosquillas.

La planta novena, como todas, supongo, en el edificio, se divide en dos pasillos largos a los cuales dan las puertas de las oficinas, con sus cartelitos identificativos de cada una. La novena puerta está en el izquierdo, al final del todo. Llego a la puerta y llamo, y tras unos segundos me abren.

Al rato de haber entrado salgo. No se muy bien qué ha pasado dentro, pero estoy enfadado. Llego a los ascensores y al apretar el botón se abre el mismo en el que subí. Viene vacío, y me alegra que sea así. Sin embargo no responde cuando pulso la B, de planta baja. Le doy varias veces, pero las puertas no se cierran y me bajo del ascensor, por si estuviera estropeado. Y es cuando leo un cartel que dice:

ASCENSOR SÓLO PARA SUBIR


Me quedo perplejo intentando descifrar ese mensaje tan claro. Vuelvo a llamar a los ascensores, pero se abre siempre el mismo. Decido subir y pulsar el 10. Las puertas se cierran y subo un piso. Ahora vuelvo a pulsar la B, pero no baja. Así que busco las escaleras. Al fin y al cabo es bajar, aunque sean 10 pisos.

No he bajado más que un poco cuando en el recodo de la escalera noto algo extraño, un movimiento. Los escalones empiezan a cambiar y poco a poco se inclinan, formando un rampa. Resbalo, me asusto, me agarro a la pared para no caer, pero cada vez la inclinación es mayor y me resulta complicado. Me quedo sujeto como puedo, sin saber qué está pasando, desconcertado.
Escucho a gente hablar en el piso de arriba. Grito, pido ayuda. Las voces se acercan. Deben ser muchos porque diferencio numerosas voces. Se acercan y veo lo pies de los primeros bajando por la cuesta. Lo hacen despreocupadamente. Al llegar a mí les hablo, les pido ayuda, pero no me escuchan y siguen bajando. Realmente son muchos; se chocan conmigo, me golpean de forma indiferente, me arrastran. Caigo y resbalo por la escalera sin escalones. No veo nada, una negrura lo llena todo, me sumerjo en el vacío. Y cierro los ojos.

Cuando los vuelvo a abrir estoy tirado en medio de la calle, frente a las puertas del edificio. La gente pasa a mi lado mirándome con caras raras. No se qué ha pasado. Me refriego los ojos con las manos. Y al abrirlos estoy despierto en mi cama.
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jueves, 21 de mayo de 2009

De Vuelta...

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Todo está ya preparado de nuevo... se acabaron los borradores, los inicios sin fin... las pulgas regresan, y aunque las neuronas se quejan, los sueños nacen, y yo tengo ganas de volver a compartirlos...'


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Imagen obtenida de Dryicons.com
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