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Cuanto más profundamente se adentraban en el Pantano de la Tristeza, tanto más torpes se hacían sus movimientos.
- Ártax -dijo Atreyu -: ¿q te pasa?
- No lo sé, señor -respondió el animal-, creo q deberíamos volver. No tiene ningún sentido. Corremos tras algo q sólo has soñado. Pero no lo encontraremos. Quizá sea de todas formas demasiado tarde. Quizá haya muerto ya la Emperatriz Infantil y todo lo q hacemos sea absurdo. Vamos a volver señor.
- Nunca me has hablado así, Ártax -dijo asombrado Atreyu-. ¿Q te pasa? ¿Estás enfermo?
- Es posible -contestó Ártax-. A cada paso q damos, la tristeza de mi corazón aumenta. Ya no tengo esperanzas, señor. Y me siento cansado, tan cansado... Creo q no puedo más.
- ¡Pero tenemos q seguir! -exclamó Atreyu- ¡Vamos, Ártax!
Le tiró de las riendas, pero Ártax se quedó inmóvil. Se había hundido ya hasta el vientre. Y no hacía nada por librarse.
- ¡Ártax! -gritó Atreyu-. ¡No puedes abandonar ahora! ¡Vamos! ¡Sal de ahí o te hundirás!
- ¡Déjame señor! - respondio el caballito-. No puedo soportar más esta tristeza. Voy a morir.
Atreyu tiró desesperadamente de las riendas, pero el caballito se hundía cada vez más. Atreyu no podía hacer nada. Cuando, finalmente, sólo la cabeza del animal sobresalía ya del agua negra, Atreyu la cogió entre los brazos.
- Yo te sostendré Ártax -le dijo al oído-, no dejaré q te hundas.
El caballito relinchó una vez más suavemente.
- No puedes ayudarme, señor. Estoy acabado. Ninguno de los dos sabíamos lo q nos esperaba. Ahora sabemos por qué el Pantano de la Tristeza se llama así. La tristeza me ha hecho tan pesado q me hundo. No hay escapatoria.
- ¡Pero si yo tmb estoy aquí -dijo Atreyu-, y no me pasa nada!
- Llevas el Esplendor, señor -respondió Ártax-, y te protege.
- Entonces te colgaré el Signo -balbuceó Atreyu- Quizá te proteja también.
Quiso ponerle la cadena alrededor del cuello.
- No -resopló el caballito-, no debes hacerlo, señor. El Péntaculo te lo han dado a ti, y no tienes derecho a dárselo a nadie auqnuqe quieras.Tendrás q seguir buscando sin mí.
Atreyu apretó su cara contra la quijada del cabalo.
- Ártax... -susurró estranguladamente-. ¡Mi Ártax!
- ¿Quieres hacer algo por mí todavía, señor? -preguntó el animal.
Atreyu asintió en silencio.
- Entonces marchate, por favor. No me gustaría q me vieras cuando llegue el último elemento. ¿Me harás ese favor?
Atreyu se puso lentamente en pie. La cabeza de su caballo estaba ahora medio sumergida en el agua negra.
-Adiós, Atreyu, mi señor! -dijo Ártax-, ¡y gracias!
Atreyu apretó los labios. No podía decir nada. Saludó una vez más a Ártax y luego se dio media vuelta y se fue.
- Ártax -dijo Atreyu -: ¿q te pasa?
- No lo sé, señor -respondió el animal-, creo q deberíamos volver. No tiene ningún sentido. Corremos tras algo q sólo has soñado. Pero no lo encontraremos. Quizá sea de todas formas demasiado tarde. Quizá haya muerto ya la Emperatriz Infantil y todo lo q hacemos sea absurdo. Vamos a volver señor.
- Nunca me has hablado así, Ártax -dijo asombrado Atreyu-. ¿Q te pasa? ¿Estás enfermo?
- Es posible -contestó Ártax-. A cada paso q damos, la tristeza de mi corazón aumenta. Ya no tengo esperanzas, señor. Y me siento cansado, tan cansado... Creo q no puedo más.
- ¡Pero tenemos q seguir! -exclamó Atreyu- ¡Vamos, Ártax!
Le tiró de las riendas, pero Ártax se quedó inmóvil. Se había hundido ya hasta el vientre. Y no hacía nada por librarse.
- ¡Ártax! -gritó Atreyu-. ¡No puedes abandonar ahora! ¡Vamos! ¡Sal de ahí o te hundirás!
- ¡Déjame señor! - respondio el caballito-. No puedo soportar más esta tristeza. Voy a morir.
Atreyu tiró desesperadamente de las riendas, pero el caballito se hundía cada vez más. Atreyu no podía hacer nada. Cuando, finalmente, sólo la cabeza del animal sobresalía ya del agua negra, Atreyu la cogió entre los brazos.
- Yo te sostendré Ártax -le dijo al oído-, no dejaré q te hundas.
El caballito relinchó una vez más suavemente.
- No puedes ayudarme, señor. Estoy acabado. Ninguno de los dos sabíamos lo q nos esperaba. Ahora sabemos por qué el Pantano de la Tristeza se llama así. La tristeza me ha hecho tan pesado q me hundo. No hay escapatoria.
- ¡Pero si yo tmb estoy aquí -dijo Atreyu-, y no me pasa nada!
- Llevas el Esplendor, señor -respondió Ártax-, y te protege.
- Entonces te colgaré el Signo -balbuceó Atreyu- Quizá te proteja también.
Quiso ponerle la cadena alrededor del cuello.
- No -resopló el caballito-, no debes hacerlo, señor. El Péntaculo te lo han dado a ti, y no tienes derecho a dárselo a nadie auqnuqe quieras.Tendrás q seguir buscando sin mí.
Atreyu apretó su cara contra la quijada del cabalo.
- Ártax... -susurró estranguladamente-. ¡Mi Ártax!
- ¿Quieres hacer algo por mí todavía, señor? -preguntó el animal.
Atreyu asintió en silencio.
- Entonces marchate, por favor. No me gustaría q me vieras cuando llegue el último elemento. ¿Me harás ese favor?
Atreyu se puso lentamente en pie. La cabeza de su caballo estaba ahora medio sumergida en el agua negra.
-Adiós, Atreyu, mi señor! -dijo Ártax-, ¡y gracias!
Atreyu apretó los labios. No podía decir nada. Saludó una vez más a Ártax y luego se dio media vuelta y se fue.
Fragmento del Capítulo III
La Vetusta Morla
La Historia Interminable
Michael Ende
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