"No puedes conectar los puntos hacia delante, sólo puedes hacerlo hacia atrás. Así que tenéis que confiar en que los puntos se conectarán alguna vez en el futuro. Tienes que confiar en algo... tu instinto, el destino, la vida, el karma, lo que sea. Porque creer que los puntos se unirán te darán confianza para seguir a tu corazón."
Marcus se paró a pensarlo. Se preguntó si la vida en general era una mierda, y la de Ellie en particular, era una mierda, y entonces cayó en la cuenta de que Ellie se pasaba todo su tiempo deseando que la vida fuese una mierda y haciendo todo lo posible para que lo fuera, pues a todas horas se empeñaba ella sola en ponerse bien difíciles las cosas más sencillas.
Nick Hornby - Un gran chico
Pues yo, al igual que Ellie, también llevo enfadado unos cuantos días con todo el mundo. Y claro que sé que, igual que Ellie, no tengo derecho a decir que el mundo es una mierda. Porque hay millones de personas que sí tienen derecho a decirlo, pero yo no. Y lo sé, soy consciente de eso. Y también que, si a veces lo pienso, eso me convierte en un egocéntrico inmaduro víctima de su propia autocompasión y con un alto grado de cobardía como para afrontar las posibles soluciones a lo que cree que pueden ser sus problemas, y que me empeño en convertir difícil lo que posiblemente sea muy fácil.
Pero, joder, a veces me entran ganas de no hacer lo que se supone que debo hacer, a lo que se supone que desde siempre he hecho porque se supone que es lo correcto. Y entonces se me pasa por la cabeza:
1) Mandar a tomar por culo al primero que entre a la farmacia y me diga sin tan siquiera mirarme que le de una caja de aspirinas, que no se las doy hasta que no me hable más o menos así:
-Hola buenos días, ¿podría darme una caja de aspirinas, por favor?
A lo que yo respondería con,
-Cómo no, ¿quería algo más?
- No, sólo eso.
- Serían 3,95 por favor.
Y la cosa continuaría con un,
-¿Le viene bien que se lo de suelto?
- Muy bien, gracias.
- Ahí tiene.
- Muchas gracias.
- Gracias a usted, buenos días.
- Buenos días.
2) Irme, porque me da la impresión de que de seguir aquí nunca lograré afrontar mi propia vida, porque aquí mis esfuerzos se encaminan a llegar a ser quien la gente cree que soy y no quién realmente soy, porque a lo mejor no les gusto, y me frustra.
Y por eso, a veces, me arrepiento de seguir haciendo lo correcto.
Una fina lluvia le sorprendió en la carretera hacia el pueblo. Era tan leve que no le importó conducir con las ventanillas bajadas, para que el olor del mar y el del campo mojado invadiera todo el coche. Luego, llegando ya al pueblo, la lluvia apretó, y no tuvo más remedio que subir los cristales.
Aparcó junto al paseo marítimo, y permaneció dentro del coche, observando el mar, poco a poco más soliviantado por la tormenta. Le gustaba el mar. Siempre lo había amado con todas sus fuerzas. Y pese a todo, hacía tiempo que no lo veía.
Parecía que no iba a dejar de llover, así que se decidió a salir del coche. No llevaba paraguas ni impermeable, pero realmente no le importaba mojarse. De hecho, pasear por la playa bajo la lluvia le pareció de lo más adecuado en aquel momento.
Se quitó los zapatos y los calcetines, y se remangó los pantalones hasta las rodillas para no mojárselos, aunque mientras lo hacía cayó en la cuenta de que era absurdo, porque igualmente iba a mojarse con la lluvia.
Y así caminó por la orilla, cogió alguna que otra piedra, se enterró los pies en la arena hasta los tobillos, y mojándose con el agua dulce de la lluvia y la salada del mar, pensó que lo que estaba haciendo era lo correcto.
El verano se alarga engañando a los árboles, y no permite que los enamorados puedan caminar cogidos de la mano sobre románticas y resbaladizas hojas secas. Sin embargo, es otoño, y lo mejor está por llegar...