sábado, 7 de junio de 2008

Silencios

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Mientras caminaba intentaba encontrar las diferencias entre el antes y el después. La mayoría de las cosas seguían igual q siempre, otras no. Por ello no tardó en comprender q en aquellos cuatro años lo q realmente había cambiado era él. Siguió paseando, y allí, en medio de la ciudad, rodeado de gente y ruido, se sintió solo, como en los días de guerra; y como entonces, de nuevo, un miedo en forma de silencio lo engulló.
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Las canciones de la radio mantuvieron alejados los nervios. No conocía prácticamente nada de lo q oía, pero no le importaba, le entretenía. Su viejo coche hacía ruidos raros q no recordaba, así q subió el volumen para no escucharlos. Cuando llegó miró a través de la ventanilla hacia la cancela de la casa. Abrió la puerta, y al poner el pie en el suelo los nervios volvieron a aparecer, y la posibilidad de no bajarse del coche tomó fuerzas. Metió de nuevo la pierna en el coche, cerró la puerta y volvió a encender la radio.
Hacía mucho tiempo q no los veía. Sus amigos habían preparado una fiesta de bienvenida. Pero él no tenía ganas, y tampoco sabía muy bien quiénes iban a ir. O si iba a ir ella, la chica de los ojos marrones.
Volvió a mirar por la ventanilla, respiró hondo, y finalmente se bajó.
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Correspondió como pudo a las manos q estrechaban las suyas, los besos, los abrazos, las risas, las palabras de afecto, los golpes en la espalda... Pero desde q pisó el césped del jardín sus ojos habían quedado atados a los de otra persona. Estaba detrás de todos, esperando. Y cuando por fin pudo llegar hasta ella, la cuerda q unía sus miradas se rompió para q pudiera darle un beso. Y el calor de sus labios en sus mejillas fue el único q pudo sentir su piel. Y el segundo q duró el roce entre ambos le pareció demasiado corto. Y el ajetreo q había alrededor suya, de nuevo se convirtió en silencio.
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Todos se le habían quedado mirando cuando lo vieron salir de la casa en bañador. La cicatrices q había dejado la bala q lo atravesó de pecho a espalda casi a la altura de corazón, y las de la metralla q se distribuían aleatoriamente por toda la espalda eran el centro de sus miradas. Se quedó parado, y como si con él no fuera la cosa, se dio la vuelta, empezó a correr y al llegar al borde de la piscina se zambulló en el agua.


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Por una vez el silencio no nacía de dentro sino q realmente lo envolvía desde fuera. Era como estar en otra dimensión, en una realidad paralela, completamente diferente. Y justo cuando había decidido q esa realidad era mejor q cualquier otra, un ruido lo devolvió a la superficie. Pero al ver a la chica morena nadando hacia él, no le importó. Y por primera vez en mucho tiempo sonrió.



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10 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gusto tu relato.

Pude sentir esa piel con cicatrices a la que regenera la sonrisa.

Un abrazo.

Divagando dijo...

Las chicas morenas con ojos marrones es lo que tienen, pueden cambiar hasta el silencio. Me alegra volver a leerte. Muacks.

Anónimo dijo...

Y cuándo sonrió notó algo más creciendo dentro,
una sensación cálida y juguetona,
la de un nuevo silencio,
uno compartido en complicidad...

porque silencios hay muchos, lo sé, yo los colecciono...

http://insomniamakesmeparanoid.wordpress.com/2008/01/26/cazando-silencios/

;-)

Mis preferidos son esos, los que esconden algo más, los que intentan llenar vacíos, los que confabulan trasparencias, los que esperan nuevos sentimientos...

Fantástico relato...

Anónimo dijo...

Una situacion interesante.

Anónimo dijo...

Buenos d�as, J.!!
Qu� bueno volverte a leer, me ha gustado mucho el momento en que sus miradas quedan atadas, en esos momentos crees que con tanto silencio los dem�s se van a dar cuenta de como se han acelerado tus latidos.
En cuanto apareci� la chica de ojos marrones seg�n iba leyendo iba cantando mentalmente esa canci�n...

Qu� bonitos ojos, brown eyed rules!!

besos.

Cristina.

Anónimo dijo...

Buenos días, J.!!!!

:))

Cristina.

J.Himilce dijo...

Oceánida:
Gracias... un beso.

Divagando:
Es q son (sois) mu peligrosas... jeje! Gracias Chus, hacía tiempo q no se me ocurría nada q escribir... y algún día tenía q ser...

Karen:
Hola, coleccionista de silencios... me gustó tu entrada; y es verdad, los mejores silencios son los anteriores a una mirada, una frase entrecortada, un beso...

Kpax:
Interesante... un saludo!

Cris:
Bueno, ahora me toca decir: Buenas Noches!! Jeje
Es extraño ¿verdad? Pero las miradas se suelen encontrar más rápidamente de lo q la lógica podría hacer esperar... y sí; en esos momentos, lo demás deja de tener importancia. Me pasó una vez, como en el relato, y aunq había mucha gente, sólo podía verla a ella... fue algo mágico!

Guenhwyvar dijo...

Aish... como mola ^^

es curioso la cantidad de cosas q puede provocarnos algo q a priori puede parecer tan simple...una mirada y el tiempo se para!

Es una pena q esos momentos sean los menos... pero bueno, asi tambien se valoran mas :)

Bikiños ^^

Madame Vaudeville (Chus Álvarez) dijo...

Qué regalo de relato para mi regreso!!!! Da gusto leerle, monsieur himilce. Por cierto, he vuelto!!! Una sonrisa de otra morenita. MUA!

J.Himilce dijo...

Me alegro de verla otra vez, Madame! Aunq tmb ando yo un poco perdido ahora, aunq eso, sólo un poco.

Un beso morena.