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Mientras caminaba intentaba encontrar las diferencias entre el antes y el después. La mayoría de las cosas seguían igual q siempre, otras no. Por ello no tardó en comprender q en aquellos cuatro años lo q realmente había cambiado era él. Siguió paseando, y allí, en medio de la ciudad, rodeado de gente y ruido, se sintió solo, como en los días de guerra; y como entonces, de nuevo, un miedo en forma de silencio lo engulló.
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Las canciones de la radio mantuvieron alejados los nervios. No conocía prácticamente nada de lo q oía, pero no le importaba, le entretenía. Su viejo coche hacía ruidos raros q no recordaba, así q subió el volumen para no escucharlos. Cuando llegó miró a través de la ventanilla hacia la cancela de la casa. Abrió la puerta, y al poner el pie en el suelo los nervios volvieron a aparecer, y la posibilidad de no bajarse del coche tomó fuerzas. Metió de nuevo la pierna en el coche, cerró la puerta y volvió a encender la radio.
Hacía mucho tiempo q no los veía. Sus amigos habían preparado una fiesta de bienvenida. Pero él no tenía ganas, y tampoco sabía muy bien quiénes iban a ir. O si iba a ir ella, la chica de los ojos marrones.
Volvió a mirar por la ventanilla, respiró hondo, y finalmente se bajó.
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Correspondió como pudo a las manos q estrechaban las suyas, los besos, los abrazos, las risas, las palabras de afecto, los golpes en la espalda... Pero desde q pisó el césped del jardín sus ojos habían quedado atados a los de otra persona. Estaba detrás de todos, esperando. Y cuando por fin pudo llegar hasta ella, la cuerda q unía sus miradas se rompió para q pudiera darle un beso. Y el calor de sus labios en sus mejillas fue el único q pudo sentir su piel. Y el segundo q duró el roce entre ambos le pareció demasiado corto. Y el ajetreo q había alrededor suya, de nuevo se convirtió en silencio.
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Todos se le habían quedado mirando cuando lo vieron salir de la casa en bañador. La cicatrices q había dejado la bala q lo atravesó de pecho a espalda casi a la altura de corazón, y las de la metralla q se distribuían aleatoriamente por toda la espalda eran el centro de sus miradas. Se quedó parado, y como si con él no fuera la cosa, se dio la vuelta, empezó a correr y al llegar al borde de la piscina se zambulló en el agua.
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Por una vez el silencio no nacía de dentro sino q realmente lo envolvía desde fuera. Era como estar en otra dimensión, en una realidad paralela, completamente diferente. Y justo cuando había decidido q esa realidad era mejor q cualquier otra, un ruido lo devolvió a la superficie. Pero al ver a la chica morena nadando hacia él, no le importó. Y por primera vez en mucho tiempo sonrió.
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