lunes, 13 de agosto de 2007

Pintor de Sueños

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Espero la llegada de la noche con ansiedad. Cada hora que pasa es un barrote menos en esta cárcel desde la que contemplo en soledad las vidas ajenas. Pero la noche es una liberación. Me gusta. Llegar a la cama, cerrar los ojos y ponerme a pintar. Así puedo dejar de ser el bicho raro de la oficina, y olvidarme de mi propia vida, y de la gente que no me comprende, que no quiere comprender nada. Y ser un pintor de sueños, para convertir mi realidad en mi ilusión; tú.

Cuando sueño es fácil. Coger una brocha mágica y deslizarla por mi mente vacía, hecha nada, porque de inmediato aparece todo un cielo estrellado, y bajo la luz de la luna estás, mi amor, enseñándome a volar sobre una estrella fugaz en la playa. Y te beso como no hace mucho te besaba en el mundo real. Ese mundo en el que te echo tanto de menos.

Y de nuevo un brochazo, y esta vez paseamos cogidos de la mano por calles desiertas, sin tener que esconder nuestro amor, sin tener que reprimir el decirnos te quiero, sin tener que buscar un sitio apartado para que el amor platónico se haga físico.

Otro sueño, otro cuadro; un lago subterráneo donde hace algún tiempo se bañaban reyes moros y cristianos, y en el que ahora sólo se mojan monedas, deseos de personas que como yo aún creen en esas pequeñas cosas que me enseñaste.

Y otro; vuelo por un desierto de arena en una búsqueda contra reloj del amor perdido.

Y cuando llega el día, de nuevo a esperar a que llegue la noche, para volver a pintar historias en las que los dos seamos protagonistas de tantos cuadros por mí no olvidados.


Para ti, luz que iluminas mis anhelos.

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